Civilidad
- T+
- T-
Matko Koljatic
Se ha hecho un lugar común decir que estamos ad portas del desarrollo -cuando lo medimos por el ingreso per cápita en dólares- pero que nos falta mucho en lograr el nivel cultural de los países desarrollados. Después de estar un par de semanas en España, durante febrero, en mi apreciación personal estamos a una distancia notable en civilidad, brecha que será difícil de cerrar.
Habiendo manejado unos dos mil kilómetros, impresiona en España el respeto por los demás: nadie parece apurado, por lo que se maneja por la derecha, se adelanta por la izquierda, a la velocidad permitida; no recuerdo haber sido adelantado por la derecha ni una sola vez. Tuve la oportunidad de ir a ver al Real Madrid al Bernabeu, un espectáculo notable no sólo por el fútbol -jugado respetando el “fair play”- sino que también por el comportamiento de los hinchas. Vi pasar una marcha de miles de personas por las calles de Madrid, reclamando contra el gobierno por los recortes presupuestarios en salud, una manifestación pacífica y ordenada; sin violencia ni encapuchados.
Estas muestras de civilidad y tantas otras -como la limpieza de las murallas en las calles (en que casi no se ven grafiti) o las carreteras sin basura (ni botellas, bolsas plásticas ni envases vacios de bebidas)- sólo se pueden explicar por las conductas de los ciudadanos. Es evidente que, al final del día, la diferencia la hace el nivel educacional. También es evidente que sólo avanzaremos en civilidad en la medida que mejore la educación ciudadana. Esto a su vez plantea dos problemas. Por una parte, poco se puede hacer con los adultos, que ya tienen sus actitudes y conductas formadas. Pero cabe la pregunta: ¿hay alguien preocupado de educar a nuestros jóvenes en las virtudes cívicas?
Por cierto, el rol principal lo debería tener la familia, pero si los adultos no tienen educación cívica, en el sentido amplio de la palabra, ¿qué enseñanzas pueden transmitir a sus hijos?.
Tampoco podemos esperar mucho de nuestras instituciones educacionales primarias y secundarias. Hace unas décadas, cuando hice la primaria y secundaria, el comportamiento en sociedad era considerado un tema importante y los programas de estudio incluían actividades formativas.
Hoy pareciera que lo que importa es meramente transmitir conocimientos. A propósito de ello, una anécdota. Un directivo escolar escuchaba a niños jugando en el colegio que dirige y le escandalizó el lenguaje de los niños, lleno de garabatos. Decidió que ello no se podía permitir e iniciar un esfuerzo institucional para cambiar el lenguaje de los niños. Para su sorpresa, los profesores se resistían a actuar: simplemente no consideraban que corregir el lenguaje grosero de sus alumnos fuera una tarea por hacer. Después de mucho bregar, este directivo educacional consiguió convencer a los profesores que tenían que asumir el desafío y la campaña está en marcha. Habrá que ver qué ocurre, pero este botón de muestra da la impresión que los profesores no tienen interiorizado este aspecto de la formación como una tarea que abordar.
No faltará quien diga que esto es tarea para el Ministerio de Educación. Pero, como todos sabemos, es difícil esperar que iniciativas provenientes de la burocracia educacional tengan éxito.
De los medios de comunicación en general y de la televisión en particular, ¿qué se puede esperar? Nada. Campean la vulgaridad y el mal gusto.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
En mi opinión, la empresa privada puede cooperar en mejorar nuestro ambiente cívico. Si, por ejemplo, las autopistas mantuvieran limpias las carreteras, ya sería un avance y se podría generar un efecto demostración. Otro ámbito de oportunidad es el de la capacitación. Las empresas dedican importantes recursos para capacitar a sus trabajadores. De hecho, la capacitación implica a nivel nacional millones de horas hombre de clases. ¿Por qué no incorporar en las capacitaciones el tema de la civilidad? Tendríamos un mejor país gracias a una mejor convivencia.